La vida cotidiana no es sencilla y mucho mas para el trabajor comun, esa persona que se levanta, todos los dias de la vida, desde los veinte hasta los sesenta y pico para ir a un trabajo del cual, si tiene suerte, globalizacion mediante, en algun momento se jubilara.
Ese empleado ahorra centavo por centavo para hacerse su casa, centavo por centavo para comprar su primer auto, centavo por centavo para que su hijo pueda ir, en algun momento, a la universidad a la cual él, por diversas razones no pudo ir. En sintesis: ese pobre empleado vive ahorrando.
Pero, un mal dia, un amigo de lo ajeno decide visitarlo y le quita todo lo que tiene sin importarle lo que el honrado empleado pueda decir porque el ladron trabaja, precisamente, sobre la negacion de los otros, para él, los otros no importan porque todo su universo gira en torno a sus necesidades.
Asi, en media hora (tal vez una hora), el ladron y sus compañeros desvalijan la casa del pobre empledo dejandolo sin nada y con una sensacion de cenizas en la boca porque ese empleado y su familia saben que volver a juntar ese dinero le llevara años (si es que lo consigue).
Esto se repite, en este momento, a lo largo y ancho del mundo, con ladrones que le quitan a personas honradas, hombres y mujeres que trabajan de dia y de noche, todo lo que tienen solo porque tienen la fuerza para hacerlo, porque no les importa lo que costo ese dinero: ellos solo quieren gastarlo.
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